Hoy sábado a la noche siento como si realmente hubiese podido huir del mundanal ruido dentro de mi propia casa. Mi hija no está y afuera sólo se escucha el silencio de la noche, no hay nadie que lo intercepte. Ya dejó de pasar el ómnibus que pasa habitualmente y con seguridad todos los que iban a salir ya están en sus respectivos destinos y el resto, seguramente cómodos dentro de sus casas mirando tele o alguna película. No hay ruido de autos ni de gente y dentro de mi casa sólo se oye el zumbido que dan los artefactos eléctricos, la heladera en la cocina y aquí en mi cuarto el de mi computadora y mi teclado. Todos mis gatos están tranquilos y mis perros también.
Realmente no sé hasta cuándo durará, pero debo disfrutarlo.
Pienso en mi hija cómo lo estará pasando en su recital, espero que bien, a ella sí la extraño porque aunque hace ruido con su voz y su música, la extraño a ella a su personita hermosa que me trae alegría, a sus conversaciones contándome todas sus andanzas y aunque todo esto lo haga en medio de mucho ruido no me importa, es a la única que le perdono sacarme de mi habitual silencio. Es que la amo y la necesito mucho y me preocupo cuando no está en casa.
Pero bueno, pronto llegará mañana cargada de ruidos pero también volverá mi nena si Dios quiere y eso me dará la tranquilidad y la paz total que también necesito. Si ella está bien, yo estoy bien, si ella es feliz, yo estoy en paz.